Los estudios científicos siempre han recalcado la importancia de la rehabilitación cognitiva durante los primeros 6-12 meses tras una lesión cerebral, ya que lo consideran un periodo crítico para que la persona alcance su máximo potencial, y es cierto. Sin embargo, es preciso matizar esta afirmación ya que lleva a la confusión a muchos pacientes, familiares e incluso a profesionales que tiran la toalla tras el primer año de rehabilitación.

Es cierto que nuestro cerebro pasa por un proceso de recuperación espontánea durante los primeros meses tras el daño cerebral y que este impulso de «sanación» que tiene nuestro organismo va perdiendo intensidad en el transcurso de los meses. 

También es cierto que, si durante ese tiempo además de dejar que el cerebro se recupere «solo» le damos la estimulación adecuada en forma de rehabilitación cognitiva y dirigimos esa recuperación, trabajando con un profesional las secuelas físicas, cognitivas, lingüísticas o funcionales que tenga el paciente, se alcanzará un mejor rendimiento en todas esas áreas.

No obstante, es falso que a partir de los 6 meses ya no haya nada que hacer, o que la rehabilitación cognitiva no tenga sentido. En primer lugar, por desgracia, y aunque estamos trabajando cada día porque la comunicación entre los diferentes niveles del sistema sanitario mejore, a día de hoy, hay muchos pacientes que no comienzan su rehabilitación formal, hasta pasados varios meses de la lesión. Algunos incluso acuden tras varios años, ya que hasta entonces nadie les ha informado de que existan profesionales especializados en ayudar a personas con sus secuelas. En estos casos, aunque haya pasado el tiempo, tendremos delante a un paciente con muchas herramientas que aprender y un potencial de mejora bastante alto pese al desajuste temporal. Pero incluso aunque la persona haya recibido tratamiento, no en todos los casos habrá tenido el enfoque o la intensidad adecuados y eso es algo que una intervención que comienza pasado el primer año puede aprovechar para conseguir nuevos objetivos con el paciente. Para ilustrar este tipo de situaciones os presento un caso real:

CASO CLÍNICO:  

Rosa es una mujer entre los 50 y 60 años que sufre un ictus isquémico tres años antes de entrar en mi consulta. La lesión le provoca una hemiparesia izquierda a nivel físico, una jubilación anticipada a nivel laboral y unas capacidades cognitivas que le impiden salir a la calle sola. Durante los tres años transcurridos ha acudido a rehabilitación con una fisioterapeuta, y aunque ha conocido a dos neuropsicólogos, no consiguió conectar con ninguno y decidió abandonar la intervención. 

Tras la valoración inicial se detectan problemas atencionales; no atiende adecuadamente al entorno, esto es, no discrimina bien la información relevante de la que no lo es, y esto desencadena que sienta que se agobie cuando se encuentra en entornos con más estímulos de los que su cerebro puede procesar. Para Rosa esta situación es tan incómoda, que con frecuencia se bloquea en mitad de la calle cuando cruza un paso de peatones. Esto provoca que tenga un gran temor a salir sola de casa.

Tras una intervención centrada en recuperar los déficits, y mejorar su distractibilidad, pasamos a realizar los ejercicios en la calle con estímulos reales, aprovechando los recursos que nos ofrece una situación cotidiana. Empezamos paseando por calles poco transitadas y resolviendo, simultáneamente, tareas atencionales sencillas, para después lanzarnos a caminar por calles más concurridas. Rosa debía seguir una ruta previamente pactada y además ir contando los coches rojos aparcados en nuestra acera. Todo ello mientras me hablaba de su fin de semana. Con esta transición gradualmente controlada, Rosa fue aprendiendo a gestionar entornos altamente demandantes, hasta que alcanzó la seguridad en sí misma que había perdido y se atrevió a realizar estos paseos ella sola.

18 meses después de comenzar las sesiones semanales de neuropsicología, se realizó una valoración de seguimiento y se pudo apreciar cambios significativos en su rendimiento en las diferentes pruebas. A continuación os dejo un ejemplo de cómo evolucionó la copia de la  Figura Compleja de Rey que realizó Rosa antes y después.

Esto nos lleva a concluir que, si bien es cierto que pasado el primer año, las posibilidades de recuperación de las funciones es más difícil, esto no implica necesariamente que esté todo perdido. Según el caso, podremos aspirar a mejorar aspectos funcionales del comportamiento y rendimiento de la persona, que desencadenen una reconexión neuronal.

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