Los psicólogos tenemos fama de hacer gran cantidad de preguntas a la persona que, paradójicamente, viene a nuestra consulta en busca de respuestas, lo que en ocasiones puede producir frustración. El primer error de este planteamiento es el de acudir a un profesional de la psicología con la intención de que nos de las respuestas a nuestros problemas. Un buen terapeuta debería ser capaz de hacerte encontrar esa solución que tanto anhelas por ti mismo ¿Cómo? Mediante nuestra mejor herramienta, preguntando. Les parecerá a muchos que este sistema, en sí mismo, solo sirve para recabar información, sin embargo, el acto de preguntar va mucho más allá. Como ya afirmaba Dick (1972), la pregunta impulsa el pensamiento porque estimula nuevos modos de pensar, motiva nuevas conductas a seguir, y activa también emociones, todo ello formando parte de una recursividad donde el enunciado conduce a innumerables caminos que se entrelazan creando realidades.

Lejos de afirmaciones contundentes, las preguntan alientan a la duda y la duda es entrópica, es decir, introduce una cuota de desorden en el discurso estructurado y de esta manera, se crea una fisura por donde entrará el terapeuta. Por lo tanto, es facilitadora del proceso de cambio. De todas formas, no debe abusarse de las preguntas, puesto que fuera del límite de lo esperable, puede resultar monótono preguntar en demasía generando tedio que puede traducirse en resistencias en el paciente (Ceberio y Rodríguez, 2020). Y precisamente para evitar esa reacción en el paciente, uno debe controlar cuándo debe dejar de preguntar y hasta dónde le permite hacerlo la relación terapéutica que han construido.

Referencias Bibliográficas

Ceberio, M. R., & Rodriguez, S. E. (2020). El arte de preguntar en psicoterapia. Interacciones: Revista de Avances en Psicología, 6(1), 7.

Dik, S. (1972). Coordination, its implicationsfor the theory of general linguistics. Amsterdam: North Holland Publishing Company.